Por WAC | 2 SEP 2022

El proyecto que Charlie Billingham presenta en Travesía Cuatro coquetea con el doble sentido de la expresión inglesa «to be at sea» y con el deseo de abrazar la naturaleza múltiple de lo real. ¿Podríamos soportar estar en el mar en medio de una tempestad? O bien: ¿podremos arrostrar los vaivenes o los forcejeos con nuestra época si no disfrutamos de ellos? El artista recrea, precisamente, el caos y la confusión de nuestros días en las paredes de la galería.

Al artista le interesa descontextualizar. Suprimir las narrativas originales contenidas en los grabados y dibujos satíricos del siglo XIX (en particular, los del periodo georgiano y de la Regencia). Así, los recorta y recompone aislando momentos, gestos o expresiones singulares y, con este material de trabajo, produce sus cuadros.

En Travesía Cuatro da vida a personajes cuyas cabezas están desdobladas, o presenta objetos multiplicados en el orden de lo doméstico; con el propósito de que al preguntarnos el porqué participemos de lo vertiginoso puesto que no manejamos una explicación de cuanto vemos y nos envuelve.

Si la tormenta de Billingham nos atrapa, queda por saber si asiremos lo inexplicable para estar con las cosas que nos rodean o si nos mantendremos, en cambio, ajenos a estas y no paliaremos la zozobra que nuestra época provoca en nosotros. ¿Nos será dado encajar, pues, con el curso de los días si no disfrutamos de la confusión, de la perplejidad o del despropósito? El artista da el paso, porque quizá conozca el modo de estar en el mar. Es cuestión de seguirlo y de que no nos encorsete —al menos emocionalmente— nuestro siglo.

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