¿Por qué una galería de arte mira hacia la ciudad que la circunda? Una conversación con Juan Gómez Alemán, La Juan Gallery.
Por Alberto Aguilar | 2 SEP 2022
La Juan Gallery es un espacio focalizado en las artes vivas: la performance, la acción y la relación artístico-creativa con el cuerpo entendido como objeto. Durante más de seis años de actividad ha ideado y producido formatos y contenidos en los márgenes de la escena galerística. Lo mismo por este motivo no inaugura su temporada este mes de septiembre, lo hará con el proyecto Galería de arte el próximo octubre: la construcción de una ficción para que el público comprenda qué es una galería y cuál es su modo de proceder. Ello no obstante, mantenemos una conversación con su fundador y director artístico, Juan Gómez Alemán, a propósito de la nueva temporada en el circuito de galerías de Madrid.
I
ALBERTO AGUILAR: Septiembre supone el inicio de otra temporada de galerías en Madrid y Barcelona, así como en otras ciudades. Salvo en este comienzo de conversación, en lo que sigue no hablaremos de la industria del arte. Si es el caso, ¿en qué sentido La Juan Gallery considera pertinente cuestionar las bases sobre las que el mercado del arte se sustenta hoy?
JUAN GÓMEZ ALEMÁN: Debe ser cuestionado porque arrastramos o nos arrastra lo mismo desde los últimos sesenta años. Creemos, además, que las nuevas generaciones se interesan paulatinamente menos por una industria que comercia con el objeto: con la compra-venta del cuadro o de la fotografía. A nuestro parecer, el coleccionismo está en crisis, porque hoy en día para qué vas a comprar una obra de arte que te gusta si puedes seguir a su autor a través de Instagram. Nuestro cuestionamiento surge, pues, del hecho de que el público quiere poseer un momento en común con el artista, participar de una misma experiencia.
Por ello, nosotros hablamos de arte vivo y trabajamos con artistas que generan ese tipo de dinámicas: proyectos en los que el público asiste, forma parte e incluso se convierte en la propia pieza. Proponemos una experiencia con carácter transformador que mantenga el vínculo con lo que nosotros entendemos como arte: un espejo en el que reflejarnos, una herramienta para la denuncia política o social.
Consideramos, asimismo, que el mercado del arte en general y las galerías en particular se han alejado de la sociedad, porque llevan tiempo de espaldas a los barrios donde están ubicadas y desarrollan su actividad.
En consecuencia, menos personas entran en ellas, participan menos artistas de su circuito y existen menos coleccionistas, ya que el interés por coleccionar —como dije— mengua en las nuevas generaciones. Así lo vemos.
II
AA: La diagnosis que realizáis sobre el sector debería sentar los fundamentos de vuestra iniciativa. Esto es: configurar el modelo de galería, el marco curatorial, la relación con los agentes implicados, la construcción de un público. Hablemos de ello.
JGA: En una ocasión mantuvimos una reunión con el director de una de las ferias más importantes del panorama nacional, con el propósito de presentarle una propuesta para llevar a cabo durante el evento. Su respuesta fue que una feria no es un espacio para generar arte sino para comprar y vender obras. Me sirve esta anécdota para hablar de nuestro modelo de galería de arte.
Vamos más allá de una galería al uso. Gestionamos un lugar donde creamos gracias a un proceso de prueba y error, y el público está invitado a participar: a entregarse y a conectar. Esto nos parece crucial: que existan estos espacios de experimentación y creación más allá del valor de mercado que las obras puedan alcanzar. Es un tanto idealista. Pero solo nos satisface trabajar con los artistas desde este planteamiento.
AA: ¿No hay algún tipo de contradicción en cómo os denomináis habida cuenta de cuál es vuestra labor en La Juan Gallery? Porque caracterizáis vuestra iniciativa como un laboratorio o como un espacio híbrido que acoge otros formatos y decís, sin embargo, que sois una galería de arte, no prescindís del término. Bien está llamarse galería de arte y no serlo. Lo mismo es otra crítica al orden de las cosas, claro.
JGA: No llegamos a prescindir de ello, cierto, aunque sí se nos conoce como un espacio de creación contemporánea. Junto a otras iniciativas de la ciudad distintas a las galerías de arte, nos etiquetan así. Pero somos una más de estas últimas. De hecho, un comisario con el que he trabajado como artista planteaba que mi pieza era la galería, una galería que rompe con los parámetros habituales: vacía, nada «cuelga» de las paredes, en la que no se vende objeto alguno. Para él, la obra de arte era el hecho de generar una galería a partir de tales premisas.
Somos una galería y la gente y el resto de galerías nos reconocen como tal. Incidimos mucho en que estamos especializados en arte vivo, el vivo es nuestro punto de fuga respecto al resto de galerías de la ciudad. En nuestros inicios sí fuimos muy radicales en cuanto a proponer consignas o lemas: «Muerte al objeto, viva el sujeto»; «Ya no se tiene que colgar nada en las paredes porque a la gente no le interesa ver colgado nada en las paredes». Éramos jóvenes e ignorantes. Hoy, con una trayectoria de seis años y con más conocimiento del mercado, no me atrevería a decirlo.
III
AA: Miremos «fuera de la caja blanca». Aunque es palmario que las personas forman parte de procesos y de estructuras urbanas, aquellas no articulan la ciudad, porque este es el cometido de las instituciones. Es cierto que todo fenómeno social complejo no es fruto de un diseño institucional, pero la dinámica de las ciudades se ordena o determina desde el tejido institucional. No entendamos por institución de la esfera del arte y la cultura solo museos y otros entes similares, sino también aquello que sanciona socialmente cuanto quiera que sea la experiencia artística.
JGA: Empecemos por decir algo sobre la institución. Nosotros nos fijamos en lo que los grandes equipamientos culturales de Madrid (MNCARS, La Casa Encendida, CA2M, Matadero, etcétera) disponen para ofrecer —en algún sentido— lo contrario. Porque contemplamos otros tiempos, mayor número de artistas y más atrevimiento en nuestros proyectos.
En cuanto a lo que comentas, deberíamos tener presente que los movimientos underground —aunque no me convenza este término— se desarrollan a modo de espiral: empiezan en los márgenes y acaban en el centro, convirtiéndose en el contenido de las instituciones. Por ejemplo, en la actualidad los museos se fijan en lo que hace veinte o treinta años estaba al margen o incluso se censuraba: África y sus diásporas, las reivindicaciones del colectivo LGTBi, etcétera. Quizá sea la actividad marginal quien defina la cultura del futuro o hacia dónde irán las instituciones en unos años. No creo que estas sean independientes de los movimientos sociales o culturales que ocurren en los márgenes y generen contenidos a sus espaldas. No conozco un movimiento que se haya originado desde la institución, todos desde lo que está orillado.
AA: No digo que la institución genera el contenido o los formatos a partir de los cuales emergerá eso que llamas la cultura venidera. Lo que señalo es que las grandes instituciones prescriben la experiencia de lo artístico o de lo cultural en las ciudades. Si una familia viaja a Madrid para disfrutar de la oferta artística de la ciudad, la primera no se acerca habitualmente a «los movimientos que operan en los márgenes». Llega y se encuentra una narrativa, una elección de formatos, temáticas, elenco de artistas; es decir, la ciudad ofrece una determinada experiencia artística a la amplia audiencia. Por supuesto, las instituciones se nutren de cuanto opera en los márgenes. Ten en cuenta que de lo contrario estas se agotarían. Porque es necesario lo diferente o un elemento exógeno para que las organizaciones de naturaleza sistémica se dirijan a este, lo asimilen y, gracias a este movimiento, crezcan. Estos meses Venecia y Kassel son ejemplos paradigmáticos de ello.
JGA: Estoy de acuerdo. Alguien que llega a la ciudad visita directamente los grandes museos o instituciones. Es muy interesante algo que has dicho: hacia dónde va el museo o la idea de un museo expandido. Es algo que nosotros ya manejamos. En su día intentamos asociarnos con alguna institución para formar parte de la ciudad como museo expandido: cuya actividad no tenga lugar solo en el edificio que ocupa sino por la ciudad. «Salir de la caja blanca» es algo que nosotros trabajamos. En el año 2021, el 80% de los contenidos los producimos lejos de nuestra sede. El espacio de la galería se nos queda pequeño. Nos gusta trabajar a una escala mayor: contar con veinte artistas para una acción, por ejemplo. O poder recibir a mucho público. Por ello, la idea es que La Juan Gallery sea una galería expandida.
IV
AA: En este punto, nos gustaría abordar una derivada del argumento anterior. ¿Por qué mira una galería de arte hacia la ciudad que la circunda? O con otras palabras: ¿qué despliegue puede llevar a cabo aquella lejos del formato expositivo canónico que presenta en sus salas?
JGA: El mismo año que arrancó nuestro proyecto se llevo a cabo un estudio en el barrio de Lavapiés para saber qué conocían los vecinos de las galerías de la calle Doctor Fourquet. Entre los resultados, me llamó muchísimo la atención el hecho de que una gran parte de los vecinos del barrio pensaba que tenían que pagar para entrar, no sabían que las galerías son espacios gratuitos que cualquiera puede visitar. Tal desconocimiento generaba una barrera y el consecuente alejamiento del posible público local. Así, tuvimos claro que nuestro espacio necesitaba ser un gran escaparate: que cualquier transeúnte pudiera ver qué sucedía en la galería y que pudiera ser testigo —o incluso que formara parte— de nuestra actividad.
Por esta razón, cuando nos reunimos con los artistas para que vean el espacio de trabajo, siempre les planteo que disponen de dos ámbitos: lo interior y lo exterior. Esto nos ha llevado a que algunos de ellos trabajaran con la calle y a que los transeúntes o vecinos, a su vez, se convirtieran en un elemento activo de la performance o de la acción.
En la relación al despliegue fuera de nuestra sede. La Juan Gallery, como ya dije, se expande por la ciudad. Teatros del Canal nos cede los espacios que no les sirven para la producción teatral con el objeto de que en estos desarrollemos acciones. Con el Instituto Cervantes ideamos la convocatoria dirigida a artistas «Acción por metro cuadrado»: cada uno de los seleccionados trabaja en un metro cuadrado y el conjunto se concibe a modo de exposición de performance. También tomamos la plaza de las villas históricas de la Comunidad de Madrid en la iniciativa «Arte vivo en las villas»: la comunión entre performance y los artistas, artesanos o grupos folclóricos de la localidad; creamos un evento en el que se relacionan las disciplinas vanguardistas con las técnicas tradicionales que están prácticamente en desuso —el trabajo del esparto, el encaje de bolillos o las jotas, por ejemplo—; ambas conviven durante un día en la plaza del pueblo, y actualizamos, con ello, lo tradicional. O, por último, nuestro «Cine caliente» en el marco del programa de Cine de Verano del parque de la Bombilla: películas que forman parte del imaginario colectivo son releídas por creadores de otras disciplinas a la vez que se proyectan a un aforo de ochocientas personas.
En resumidas cuentas: creamos nuevos públicos o conectamos con otros públicos. Es uno de nuestros objetivos. Y esto se logra lejos del formato expositivo canónico al que aludes.
V
AA: A tenor de los ejemplos con que ilustras vuestra mirada hacia la ciudad, establecéis colaboraciones con quien no pertenece estrictamente al circuito del arte contemporáneo. ¿Por qué los grandes equipamientos a los que antes te referías no exhiben, absorben o se empapan de propuestas como las que ideáis? Permítenos el tono irónico, ¿no será porque es pronto para que estos hagan suya la producción artística que acontece en los márgenes?
JGA: Buscamos nuevos públicos y conectar con ellos a través de nuevos lenguajes. No nos interesa trabajar en ese circuito. Tampoco nos llaman, claro. Sin embargo, sí puedo decirte que los centros de arte en cuestión generan contenidos que nosotros trabajamos antes y también que somos conscientes de que miran con atención nuestras propuestas. Alguna vez, hemos programado una performance o una acción en La Juan Gallery y ha asistido, de repente, la plana mayor del reino: los directores y comisarios de los principales museos y centros de arte de Madrid. Pienso, por ejemplo, en Young Boy Dancing Group, con sede en Amsterdam. Algunos de ellos nos felicitaron por atrevernos con la propuesta artística porque la deseaban ver, pero la corrección política —al parecer— no les permitía acogerlo en sus instituciones. Quizá en veinte años estemos de algún modo en el circuito de museos: desactivados, por supuesto. Me da miedo y rabia.
VI
AA: La Juan Gallery abre temporada el próximo mes de octubre con el proyecto «Galería de arte». También en esto lleváis la contraria al resto. Construís una ficción con el objetivo de que el público comprenda qué es una galería de arte. Nos gustaría que nos hablaras de ello para concluir nuestro intercambio de impresiones. Ha sido un placer conocer de primera mano el trasfondo de vuestra labor.
JGA: Entra en juego mi pasado. Fui dramaturgo: escribía y dirigía teatro. Encontré muy interesante regresar a lo teatral y concebir una pieza que se llamara «Galería de arte» y que se desarrollara, por supuesto, en una galería de arte, la nuestra. No deja de ser una parodia. Me gusta trabajar con la ironía y con la risa. Creo que la risa desbloquea al espectador, le hace bajar la guardia y tus mensajes, entonces, le llegan.
El público será testigo de cómo funciona una galería de arte, pero el juego consiste en que aquel sea partícipe, de tal modo que acabe convertido en pieza de arte a la venta. Queremos transmitir la idea de que el espectador es la propia obra de arte. Primero, la pieza altera el cuadro; luego, la pieza es el artista; lo siguiente es que el público sea la pieza.
JUAN GÓMEZ ALEMÁN es fundador y director artístico de La Juan Gallery, cuya actividad se desarrolla desde el año 2016 en Madrid.