El cómo frente al qué. Apuntes sobre documenta fifteen
Por Gema Rupérez | 4 OCT 2022
Nos encontramos como los pasajeros de un avión que hubiera despegado hacia lo Global y a quienes el piloto les anuncia que debe regresar porque ya no puede aterrizar en ese aeropuerto, y que oyen, con espanto («Señoras y señores pasajeros, el capitán les habla de nuevo») que la pista de emergencia, lo Local, también está inaccesible. (Dónde aterrizar. Bruno Latour, 2018).
En marzo de 2020 los miembros de ruangrupa explican en una entrevista no haber pisado una documenta, más allá de su participación a través de internet en Every Time A Ear di Soun, una estación de radio que se propuso como medio artístico en la edición de 2017. Este colectivo indonesio ha sido el encargado de conducir el «Museo de los cien días» o documenta este 2022. Han inoculado el concepto lumbung a todo aquel que ha tenido un acercamiento a esta exposición internacional, articulando un gran relato colectivo donde prevalece la idea de comunidad y la aspiración de trabajar generando un ecosistema sostenible.
El espacio ha sido conquistado por el proceso, por los procesos colectivos que defienden el cómo, el cómo hacer, quedando de alguna manera abolido el qué, el qué como resultado y enigma. Nos encontramos con una explosión intencionada de caos, liderada por mapas conceptuales, que sitúa al espectador en un constante reto mental de querer entender los nexos, las relaciones y los significados, nos situamos en el engranaje. Pero tengo que reconocer que yo me siento como uno de esos pasajeros del avión de Latour. No sé dónde aterrizar.
Hace tiempo que el concepto de laboratorio como práctica de aprendizaje, de compartir sinergias, de poner en común ideas con el objetivo de transformar la realidad, está de moda, sobre todo si hablamos de innovación, y ruangrupa se sube a la ola con esta tentativa, tan compleja como la propia estructura que cimienta el sector del arte contemporáneo. Es obvio que ellos como colectivo ya tienen la dinámica propia de un laboratorio, y el resultado de esta documenta fifteen corresponde a su práctica natural.
En su célebre ensayo, de nuevo Bruno Latour nos dice «Dadme un laboratorio y moveré el mundo». En el texto describe lo que él llama una topología de la situación del laboratorio, fragmentada en tres secciones: la primera parte, llamada la disolución de la dicotomía dentro/fuera, habla de desplazamientos, transferencias e intercambios; la segunda, destruyendo las diferencias de escala, estudia qué ocurre cuando lo micro se proyecta o se independiza de lo macro; y la tercera, cómo el más débil se convierte en el más fuerte, ubica a los laboratorios como generadores de nuevas fuentes de fuerza política. Estos tres bloques revelan en su esencia, la filosofía que podemos encontrar en muchas de las propuestas que se exponen en esta decimoquinta edición.
Voy a intentar, con cierto atrevimiento, ilustrar esta idea: la conexión que encuentro con la topología que propone Latour; a través de una selección de obras que corresponden a mi recorrido particular en Kassel y que considero que puede ser el paradigma de lo que acabo de explicar.
[Dentro] Fuera
Un buen ejemplo de intercambios, minorías y fuerzas es Project Art Works, que se encuentra en varios lugares de la ciudad. En el Fridericianum recrean un espacio de trabajo, con todas las herramientas, bastidores y utensilios propios de un estudio, en el que los visitantes se mezclan con artistas, creadores neuro-divergentes que tienen necesidades de apoyo complejas, y que muestran cómo trabajan generando redes a través de los cuidados.
Las manifestaciones más tempranas de arte colaborativo y de arte comunitario, protagonistas de esta muestra, las podemos situar en los años sesenta y setenta respectivamente del pasado siglo. En Kassel cabalgan juntas mostrando o poniendo el acento en los ingredientes que dan forma a la experimentación y al proceso como fin en sí mismo.
También la instalación rasad de Britto Arts Trust (un colectivo de Bangladesh), usa la práctica de recrear, en este caso es un bazar de un pueblo pequeño de su entorno, lleno de alimentos realizados en ganchillo, cerámica, metal o bordado, y producidos en diversos talleres en Dhaka el pasado año con la colaboración de una extensa lista de artistas. Con ello muestran o dibujan un paisaje que conecta las políticas alimentarias, los desplazamientos y la cultura comunitaria.
Ambos proyectos se sitúan en esa idea de disolución de la dicotomía dentro/fuera, en los que se produce una clara transferencia de significados, pero esta mecánica de recrear espacios, que se repite en varias ocasiones a lo largo y ancho de esta documenta, y en la que intentan ofrecer una imagen lo más fiel posible a un ambiente, puede que genere cierta duda sobre el valor de lo auténtico, corriendo el riesgo de inspirar cierto aroma de museo etnográfico.
Micro >> Macro
Conscientes de la cantidad de información que presentan en esta documenta, y que nos zarandea a cada paso, ruangrupa ubica en el mismo Fridericianum una sala que no pasa inadvertida a pesar de que no es un espacio expositivo. Estoy hablando de Quiet space, un lugar con cierto aspecto místico o escenográfico de habitación vacía, con una ventana y un sillón orejero de corte clásico al fondo, frente a la puerta, en el que puedes entrar a descansar o a meditar reflexivamente sobre todo lo que has visto. Una especie de alegato a la pausa. Y en contraste con esto, pero con cierta conexión de entorno «sagrado», está cerca de aquí la excepcional obra de Robert Gabris, un proyecto comunitario llamado ERROR.
En su web podemos encontrar un texto de Karina Kottova que explica cómo el artista utilizó aplicaciones de citas para conocer a representantes de la minoría romaní queer y no binaria, una comunidad «múltiple marginada» en la que sus miembros son extraños en relación con la sociedad mayoritaria y el gueto romaní. Usa fotografías impresas en tela, donde el cuerpo desnudo es el principal protagonista, y las altera descosiéndolas parcialmente. Estas imágenes junto con extractos de textos de sus conversaciones forman el núcleo de la instalación. El espacio es físicamente inaccesible, pero predomina la transparencia, los visitantes solo pueden mirar desde fuera, así que la barrera o la frontera con la que nos encontramos nos recuerda que, desde nuestra posición habitualmente privilegiada, no seremos capaces de comprender la obra en su totalidad, empatías al margen. Más allá de la cuidada estética, que se erige entre lo frágil y lo punzante, el artista concibe el proyecto con el propósito de generar una plataforma a largo plazo, con la institución como ente democrático, para encontrar a través de la mediación nuevas formas de entender la diversidad.
Siguiendo con lo «sagrado», esta vez en el sótano del Fridericianum, encontramos Chilltan, un proyecto de Saodat Ismailova que combina performance, cine y ambiente. La obra discurre en un espacio laberíntico de habitaciones interconectadas, por las que el visitante transita libremente. La palabra chilltan deriva del persa y significa «40 cuerpos» o «40 seres» sin género específico. Ismailova, que también expone en la bienal de Venecia en fechas paralelas a documenta, estudia esas entidades cambiantes de género fluido que conforman una órbita misteriosa de seres con poderes sobrenaturales y sabiduría tradicional. Relatos históricos, sedas, proyecciones, colchones artesanales y otros materiales de carácter místico son los que generan la atmósfera de toda la obra.
Una de las características de esta edición, propuesta por ruangrupa, es el «poder» que le otorgan al artista, hablo del poder de «multiplicarse» a través de la invitación que ellos mismos pueden hacer a otros artistas. En este caso, Ismailova invita a Davra (un colectivo de jóvenes artistas centro-asiáticos) que también reflexionan sobre el término Chilltan y que, a lo largo de los días, con esa intención de «escena cambiante», que también ha sido protagonista en esta edición, intervienen algo que igualmente es «sagrado» para Kassel, dos de los robles plantados hace cuarenta años por Joseph Beuys.
Aquí y en la mayoría de las propuestas podemos percibir rápidamente la clara intención de generar nodos y redes, buscando una «jerarquía» horizontal, que transmuta de lo individual a lo colectivo en la que todos se convierten en agentes esenciales.
El débil y el fuerte
Una de las obras más sobrecogedoras, por su naturaleza inmersiva, es And They Die a Natural Death de la artista vietnamita Nguyễn Trinh Thi. Ubicada dentro de una torre defensiva (Rondell) que formaba parte de las antiguas fortificaciones de la ciudad, y que fue construida en 1523 sobre el río, nos acoge esta obra con la solemnidad que caracteriza a un edificio semejante. Se trata de un trabajo con cierta resolución intimista, casi espiritual, que combina el sonido, la imagen, la tecnología y la literatura. La artista, se inspira en una escena de Tale Told in the Year 2000, una novela autobiográfica del escritor Bùi Ngọc Tấn, que se ambienta en las afueras de un campo de prisioneros en la que los reclusos se topan con un bosque de chile ojo de pájaro, se vuelven locos por su sabor recordándoles su hogar, pero la emoción termina en tragedia, el prisionero de minoría étnica es asesinado.
La instalación forma un teatro de sombras cambiantes que rodean al visitante sobrepasándolo, proyectadas en las paredes, creadas con plantas de chile ojo de pájaro iluminadas; los sonidos acústicos proceden de flautas de bambú adaptadas, las mismas que utilizan varios grupos étnicos en Vietnam, y te recuerdan a ese viento del bosque literario. Las flautas y las luces están controladas por una configuración automatizada que recupera datos del viento en tiempo real de los sensores instalados en Tam Đảo, donde se encontraba el antiguo campo de detención del escritor.
De nuevo traspasamos fronteras, tenemos dos lugares conectados tecnológicamente, una obra que cambia en función del viento, comprometida con la memoria y con las minorías, que pone en relieve las miserias humanas de una forma tan poética como dolorosa y en la que la tradición vuelve a ser una herramienta.
Voy a terminar el recorrido con un proyecto que a mi parecer representa todos los valores y las fuerzas de esta edición, El libro de las Diez mil Cosas. Los componentes de La Intermundial Holobiente ponen sus raíces en lo procesual y lo participativo, donde la conversación a través de lo múltiple es indispensable, y en el que las reglas de lo establecido son un juego creativo para cuestionar nuestro modus operandi. También abogan por imaginar nuevas formas de coexistencia no jerárquica, por pensar la obra como un modelo mutante, más allá de lo contemplativo, como un vehículo de continuo cambio y transformación, y lo hacen con un guión bien preparado. La cuidada puesta en escena está a la altura de todos estos ingredientes que se mezclan de una manera bien orquestada. Un mundo onírico que te invita a la reflexión, al sueño o a la razón.
Finalmente he aterrizado en algún lugar, en alguna costura entre lo Local y lo Global, con sensaciones encontradas. Esta edición es una exposición que se piensa rizomática, sin tronco, sin principio ni fin, con un extenso nudo, que se articula con el poderoso concepto lumbung. Pero asimilar la idea del todo, del conjunto, resulta difícil sin un desenlace. Es una oda al proceso. Documenta quince es una Comoteca, un elogio a los «como». Lo humano como colectivo orgánico, la comunidad como unidad de medida, lo social como esquema biológico, ser y estar, arte y naturaleza. Con cierta inflación de vídeos, mapas mentales y despliegue etnográfico, han querido traer el contexto del Sur Global. La precariedad, la ruralidad, la diferencia brotan como denominador común de un archipiélago de colectivos artísticos invitados al epicentro del continente para conformar una pangea conceptual en torno a la idea de lumbung.
El resultado nos muestra un prototipo de laboratorio que cuestiona la esencia de la obra de arte y sus formas de mostrarla, en el que el concepto o los conceptos se apoderan del hilo narrativo.
GEMA RUPÉREZ. Artista plástica y visual. Fundadora y directora de Ababol Festival, también docente en la Escuela Superior de Diseño Hacer Creativo. Es Licenciada en Bellas Artes por la Facultad de San Carlos (Valencia). Ha expuesto recientemente de forma individual o colectiva en Francia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Perú, Bolivia, Italia, Portugal y España. Su obra forma parte de la colección de distintas instituciones: Museo de Nagasaki Prefectural (Japón), Fundación Enaire, Fundación Pilar Citoler, Fundación Ramón J. Sender o Casa Velázquez, entre otras.