La complejidad del mundo y el arte contemporáneo. Una conversación con Manuel Segade, director del Museo Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid
Por Alberto Aguilar | 18 FEB 2023
Quizá también suceda con otras instituciones, pero acercarse al Museo CA2M es descubrir la vanguardia de la práctica artística en el complejo del arte contemporáneo de nuestro país. Así lo ponen de manifiesto las exposiciones que durante este mes de febrero han inaugurado en sus salas. Cuanto sigue es un intercambio de impresiones con Manuel Segade, director de este museo.
I
ALBERTO AGUILAR: En la actualidad, de un museo se espera que diseñe experiencias y/o acontecimientos singulares mediados por la cultura para una amplia audiencia. Incluso que promueva la participación o la colaboración de todo público como actor cultural en los espacios, en los procesos y en los formatos de la institución. ¿Cómo os aproximáis tú y tu equipo a ello en el seno del Museo CA2M?
MANUEL SEGADE: Es ingenuo pensar que la participación y el co-diseño realmente se puedan llevar a cabo en una institución pública con sus mecanismos administrativos y sus formas de funcionamiento estructural jerárquico, pero existen modos de abrir espacios de participación. Por un lado, el propio arte contemporáneo espera del público su complicidad en la producción de significado. Por otro, de lo que se trata es de permear la institución a los diferentes colectivos sociales y de que se convierta en un espacio de nuevas formaciones comunitarias.
II
AA: En tu opinión, ¿existe un proceso en marcha donde confluyen tanto las prácticas políticas como las artísticas? Si es el caso, ¿cómo lo caracterizarías? En tal escenario, ¿crees que el producto de la práctica artística no es tan importante a corto plazo puesto que se trata de algo acumulativo y veremos sus frutos con el tiempo?
MS: Para mí es indivisible la práctica artística, de la representación, de la política. Tan político es Santiago Sierra en sus denuncias del sometimiento de los cuerpos a las fuerzas de trabajo del capitalismo como un aparentemente abstracto cubo negro sobre blanco de Malevitch.
El presente del arte no existe: es parte de una cadena narrativa que no comienza antes y termina después, sino que se produce en movimientos de avance y retroceso en espiral. Es decir: el futuro y nuestra representación cultural de él afecta a las formas de la creación en el presente y el pasado es siempre impredecible.
III
AA: ¿Las prácticas o los movimientos artísticos se nutren de las políticas representadas por la institucionalidad?¿O son los movimientos o las prácticas artísticos los que se convierten en abanderados de la práctica institucional?
MS: Sin duda lo segundo. Las obras de arte que exponemos en un museo de arte contemporáneo o que guardamos en nuestros almacenes no son objetos, sino sujetos que nos interpelan de forma directa y obligan a que la propia institución absorba y aplique sus metodologías y modos de hacer.
IV
AA: Ante las nuevas demandas identitarias, por ejemplo, o ante la crisis ecológica, por supuesto,¿en qué medida un centro de arte se interesa por ofrecer modelos de pensamiento y acción a diferentes públicos de tal modo que quienes los hagan suyos logren alcanzar sus objetivos?
MS: Es algo que hacemos en cada una de nuestras acciones educativas, de performance o exposiciones. Todo lo que ocurre aquí cuestiona la fijación identitaria y un sentido de pensamiento único. El arte contemporáneo contribuye a mantener la complejidad del mundo.
AA: ¿Te parece pertinente buscar objetivos más modestos de un modo más institucionalizado pero que sean más efectivos a la hora de hacerlos progresar?
MS: Lo menor es nuestro centro de atención. Los públicos no se transforman por la experiencia artística. Pero las personas sí, puede que sí.
V
AA: Prestemos atención a la guerra cultural y a las campañas ideológicas que —al parecer— se despliegan en el complejo del arte en general y en su marco institucional en particular…
Hoy no es extraño que una práctica artística se funde en alguna problemática social. Consideramos, sin embargo, que a la sola denuncia no le es intrínseca una dimensión o un valor artísticos.
¿No crees que el arte no debería ser el elemento discursivo previo al cual el artista trata de adaptarse? ¿Asistimos a una mengua de la capacidad de traducir una emoción, los afectos, las contradicciones a través de la práctica artística y también mediante los procesos estéticos que operan en nuestra época? O con otras palabras: ¿En el presente todo es narrativa y no se saben construir poéticas con una belleza asociada? ¿Podrías arrojar luz sobre estas cuestiones?
MS: Me parece que vivimos en un momento de gran ansiedad narrativa. Las plataformas de entretenimiento, las series de ficción, han sustituido a lo conclusivo del relato tradicional. Creo que la emoción y la afectividad están a flor de piel en esta nueva fase del capitalismo neoliberal. Lo que le corresponde a la cultura y al arte mismo es desarrollar experiencias socialmente transformadoras que reparen lo colectivo desde comunidades de escucha reducidas. No debemos olvidar que las democracias son precisamente en origen una suma de minorías.
VI
AA: Nos gustaría que refutaras la creencia de que no se saben construir poéticas en la esfera del arte actual. Para ello, ¿podrías presentarnos el trabajo de artistas incluidos en la programación del Museo CA2M? Muchas gracias por atendernos.
MS: Ahí me remito a nuestra web, me remito a todo el programa que realizamos: el cuestionamiento de las normas aplicadas a los cuerpos normativos en la radical diversidad funcional de Costa Badía, el despliegue de materializaciones escultóricas de June Crespo, el cuestionamiento de la infraestructura de piedra de la capital del imperio por Xabier Salaberria, la ciencia ficción y el viaje en el tiempo de Karlos Gil, las nuevas materialidades de bioplásticos en Esther Gatón y la corrección de la mala arquitectura a través de una escultura proyectual por Jon Mikel Euba. Sin duda, cada uno de ellos un viaje fascinante y una sucesión de poéticas que demuestran lo en forma que está el arte actual.
MANUEL SEGADE (A Coruña, 1977) es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Santiago de Compostela. Actualmente reside en Madrid donde dirige el Museo Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid.
Desde 1998 trabaja en fragmentos de una historia cultural de las prácticas estéticas de finales del siglo XIX, en torno a la producción de una subjetividad somática y sexualizada, sobre lo que publicó el ensayo Narciso fin de siglo (Melusina, 2008).
Durante 2005 y 2006, ha sido coordinador de contenidos de Metrònom Fundació Rafael Tous d'Art Contemporani de Barcelona. Entre 2007 y 2009 ha sido comisario en el Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago de Compostela. A partir de 2009 retomó su trabajo como comisario independiente, realizando proyectos para la Fundació Joan Miró, La Casa Encendida, ARCO, MUSAC, Centre d'Art La Panera, Pavillon Vendôme (Francia), Kadist Foundation (Francia), Bienal de Cuenca (Ecuador), ArteBA (Buenos Aires) TENT, (Róterdam) o el Centro de Arte Dos de Mayo (Madrid). Ha sido profesor de prácticas curaroriales en diferentes programas de posgrado y máster como Honnours in Curatorship de la Michaelis University en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) o el Programa de Estudios Independientes del MACBA y actualmente es tutor de la École du Magasin de Grenoble (Francia). Ha comisariado el Pabellón Español de la Bienal de Venecia en 2017, con un proyecto del artista Jordi Colomer.
En sus últimos proyectos intenta ofrecer formas de acercamiento gestual al comisariado como otros modos de distribución discursiva, en formatos de pedagogía y educación y en acciones curatoriales cercanas a la performance.